Cómo escribir un libro de no ficción.

   Hace mucho tiempo, recopilo datos e información sobre cómo escriben las personas que se dedican a publicar libros de no ficción. He leído entrevistas, visto videos, y analizado sus trabajos. En este artículo me propongo sintetizar todo lo que aprendí y  recopilé respecto a sus formas de trabajar.


Crea un mapa de trabajo.

  Para poder escribir, tanto en ficción como no ficción, es muy importante tener un camino trazado, unos objetivos que cumplir, de ser posible en cada sesión de trabajo. Esto es útil, como dije antes, en todo tipo de escritura, pero es incluso aún más fundamental en la escritura de tipo no ficción, ya que sin este mapa nos podremos perder en el bosque de la información. La cantidad de materia a tratar es virtualmente ilimitada y a un subtema podríamos dedicar tanto una hoja como 2 tomos enteros, por lo que es fundamental delimitar al menos las partes más fundamentales del contenido.
  Puedes usar a tus antecesores como ejemplo vivo de esto: todos los libros se subdividen: según su estructura y longitud, pueden ser en capítulos, o incluso secciones previo a ésta. Luego, cada capítulo tiene subapartados. Estas subdivisiones no son solo para claridad del lector, sino también para la del escritor. Esto no significa, por supuesto, que se vaya a cumplir a rajatabla el plan inicial en toda ocasión; desde luego habrá capítulos que se eliminarán, otros que se agregarán, y otros que mutarán de formas imprevistas. Pero si no hubiera una estructura primigenia, no habría sobre lo que trabajar; es el barro a partir del cual se termina formando cualquier estructura. Sin barro, sin materia prima, no puede haber obra final.

Enfócate.

  Escribir algo interesante no es un trabajo que se pueda realizar en segundo plano. No es como pagar cuentas o ver televisión. Requiere de nuestra total atención durante un importante tiempo. Esto es lo que algunas personas como Cal Newport llaman enfoque, que podría resumirse con la siguiente fórmula:

  Cantidad de enfoque = Intensidad x tiempo.
  
Esta condición está expresada por todos los escritores de éxito: escritores de ficción como Stephen king o R.R. Martin, quien utiliza un software de escritura antiguo y no tiene conexión a internet; o Dan Brown quien escribe aislado en una cabaña al otro lado de su casa. Pero también está expresado por otros escritores de no ficción como Steven Pinker o Vaclav Smil, quien no tiene móvil.  Si miras cualquier entrevista a estas personas para ver cómo trabajan, todos coinciden en que es muy importante dedicarle horas, y las mejores horas del día, a la actividad de escribir. Lo realizan todos o casi todos los días, varias horas seguidas, y sin interrupciones de ningún tipo; no solo hablamos de cambiar acciones, hablamos de interrupciones mínimas: sin ruido, sin señales como móviles, ordenadores con internet, teléfono o televisión. O contacto con otras personas. Estas actividades requieren el 100% de nuestra atención y no podemos confiar en que ésta situación se mantenga durante un considerable lapso de tiempo si no arreglamos todo el entorno para que sea propenso a esto. 
  Al contrario que la mayoría de nuestras actividades cotidianas, que se pueden realizar soportando niveles de interrupciones, la escritura profunda no es compatible con la misma. Es fundamental estar en un estado de enfoque continuado intradía e interdías, para que la obra se vaya gestando, ampliando y madurando. Si te planteas escribir obras importantes, debes también plantearte la necesidad de pasar continuamente por estos duros pero al final provechosos flujos de estado mental. 
  Cuando necesito escribir, intento dedicarle las primeras horas del día a la tarea. Para favorecer el enfoque, intento iniciarlo teniendo ya una meta en cada sesión, de tal manera a que esta meta funcione como autocontrol de progreso y me permita encaminar el esfuerzo hacia un resultado. Actualmente me cuesta mantener este estado más de 2-3 horas diarias (los escritores consumados lo hacen por 6-8 horas diarias todos los días, todos los meses), pero al final es la práctica lo que hace al maestro.

Todo surge a partir de una pregunta (tras otra).

  La forma natural que tenemos los humanos para aprender y enlazar conceptos es a través de preguntas. Estas me ayudan a poder encausar cualquier escritura o investigación que vaya a realizar, y una pregunta lleva a otra, lo cual permite extender, profundizar o generalizar la información. Estos cambios de perspectiva nos ayudan a mejorar en la comprensión de un tema. 


Corregir, corregir, corregir.

  Sin duda, no existe mejor aliado a la hora de escribir que la reescritura. Como dijo Vargas Llosa, "A mí lo que me gusta no es escribir, sino reescribir". Todos los buenos escritores coinciden sobre la importancia que tiene la corrección de lo que escriben: en ese punto, la escritura recuerda a la escultura, en cuanto que dado el primer boceto, se empieza con la corrección continua de la obra para poder llegar a cierto nivel de perfección autorrequerida. Es por esto que es tan importante saber hacer como saber observar la propia obra, y ser nuestro mejor crítico. Tener la capacidad de ponernos en los ojos del espectador para poder provocar luego que buscamos, a través de los intentos. La experiencia y la habilidad pueden ayudar a acelerar o cualificar estos intentos, pero nunca la reemplazarán. Es por esto que siempre es un gran trabajo intelectual escribir de forma correcta. La escritura de primeras y sin errores es un mito.


Sigue una rutina.

Ponte metas.
   Si necesito realizar un trabajo largo y duro, una estrategia fundamental será la de subdividir este trabajo en secciones manejables a corto plazo. Mirándolo al revés, una estrategia que podemos seguir para escribir algo largo como un libro es el de ponernos metas a cumplir en determinados tiempos, para de esta manera lograr avanzar escalón tras escalón.
  Hemingway decía que escribía unas 500 palabras al día, algo que también dice realizar Vaclav Smil. 500 palabras al día equivalen a unas 2 páginas y media al día. En 30 días (1 mes) serían unas 75 páginas. Y en 6-9 meses correspondería a un libro. Al final se trata de hacerlo, con la velocidad que sea, pero hacerlo. 

Crea un espacio de trabajo y un flujo eficaz.

  Reducir la fricción a la hora de empezar a trabajar es muy importante, porque vencer a ésta es de las cosas más difíciles a la hora de ponerse a ello. Existen muchos trucos para ello, cada uno con una efectividad distinta según cada quién. Hay quienes necesitan un espacio aislado y bien preparado para empezar a trabajar. Hay quienes dependen del horario (típicamente a primera hora de la mañana, cuando poca gente puede molestar). Hay quienes dejan el trabajo a medio hacer para que al día siguiente sea más sencillo reanudarlo y no empezar de 0. 

  Lo importante es poder identificar cuál es el punto de fricción que más nos afecta, y limarlo con alguna de estas estrategias para que no se convierta en el cuello de botella de nuestra creación. 

Un paso a la vez.

  Este mismo artículo, por ejemplo, lo hice en varias sesiones de escritura: primero pensé en el tema, luego en los subapartados, y con ello fui escribiendo sobre cada uno de estos subapartados a medida que iban apareciendo mis sesiones de escritura. Algunos subapartados fueron apareciendo sobre la marcha, y los fui agregando; otros desaparecieron o se unificaron bajo un mismo título. Pero lo importante es tener un armazón para poder dar ese paso a paso necesario para crear algo. Y la estructura antes dicha sirve para poder dar el siguiente paso cuando tengamos tiempo de trabajar. Sin esa estructura, enfrentarme a una página en blanco requeriría mucho más trabajo, mucha más fricción, y probablemente no hubiera podido escribir este artículo sin haber realizado los pasos previamente mencionados.
  Esto también encierra otra lección: muchas veces, un artículo va creciendo hasta convertirse en un libro. Es decir, un tema que inicialmente ocupa 2 folios puede convertirse en un texto de 500 páginas. Pero si hubiera sido desde el inicio un texto de 500 páginas, igual probablemente no hubiera llegado nunca. Es como la evolución de las especies: se realiza por capas y una sobre la otra, no todo de novo. Porque este último paso es extraordinariamente menos probable que ocurra. Y para qué tentar a la propia naturaleza?


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